jueves

Paralelos

Él bebía café para maquillarse las ojeras y oxidarse la sonrisa, lo pedía siempre amargo, para recordar como era el amor que de Ella recibía.

Ella coqueteaba en dosis exactas, postergando indefinidamente un "quizá" entre ellos, sólo para alimentarle la esperanza que inocentemente sobrevivía anémica y moribunda, sin terminar de morir, sin que nadie la indultara.

No decían una palabra. Él quería odiarla y Ella quería amarlo.
 Ese cuento de tantos besos perdidos e interrumpidos se estaba escribiendo solo y ninguno podía ponerle un punto final. Se deseaban mutuamente, no había nada más intenso que lo que se entregaban con miradas. Y querían pertenecerse, pero existía algo que estorbaba justo en el medio, algo que impedía que se mataran o que huyeran juntos y nunca nadie los volviera a ver.




Él se terminó su café amargo. Ella se quedó en "quizá", hasta que sus dedos dibujaron un punto que nadie sabrá si fue final.

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