—Oye, despierta., y no te duermas porque lo que tengo que decir es importante.
Dame esas horas de la mañana en las que te fumas un cigarro y te bebes el café, que no haya salido el sol por completo y me puedas contemplar con la poca luz que exista. Te juro que si me las regalas no te quitaré tus placeres sino me uniré a ellos para así convertirme yo también y me disfrutes tanto como a tus vicios.
No será la primera ni la última vez que te vea despeinado porque al parecer así te gusta andar y como ya sabrás a mi igual. Deja que te cuente mil historias mientras tú me cuentas los muchos lunares que tengo en la espalda.
Podemos volver a vernos de nuevo cada noche, no me importa que trabajes todo el día, porque después de todo lo difícil que fue yo estaré ahí para besarte las ojeras hasta que te duermas junto a mi.
—Solamente dame esas horas,
o has que este momento sea eterno.
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